Antonio Roldán, el boxeador que obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de México 1968, tuvo que pelear en primera instancia con su peso para poder ganarse un lugar en el equipo que competiría en esa justa, incluso tuvo que someterse a dietas rigurosas y a baños sauna, y todo ese proceso lo llevó a tener problemas familiares y estuvo a punto de abandonar el sueño olímpico.
" Me echaba un vaporazo y perdía hasta seis kilos. Incluso Ricardo Delgado, Agustín Zaragoza y. Joaquín Rocha, entre otros que me acompañaban al vapor, se salían, asustados de mi aguante. Yo me metía hasta dos horas en el vapor. Y como si nada... Y es que, si no lo hacía, pues simplemente no podía cumplir mi gran anhelo, que era el de participar en los Juegos Olímpicos. Yo se lo había prometido a mi padre, agónico, y primero me moría en la raya que faltar a aquella palabra empeñada", dijo Roldán.
Un día como hoy hace 52 años, Antonio Roldán ???????? obtuvo la medalla de ORO ???? en el boxeo ???? de peso pluma, ante una Arena México pletórica, en los Juegos Olímpicos de México 1968, el pugilismo nacional ganó 4 preseas como país local.pic.twitter.com/U9GmBOoes1
— CONADE (@CONADE) October 26, 2020
Los directivos de la Federación Mexicana de Boxeo Amateur ya dudaban que Antonio pudiera dar el peso de menos de 57 kilogramos, y a tanto solo unos meses de la realización de la justa olímpica, por lo que la Asociación decidió llamar a otro competidor para que se evaluara con Antonio y la prueba sería con dos enfrentamientos.
"En la primera le gané una clara decisión. Y en la segunda, ya con mucho coraje porque él no quería pelear, me quité la careta protectora, que me aviento con todo y que lo noqueo. Le di tan duro, que después hasta me arrepentí. Porque el Benja era buen cuate, muy amigo... Pero esa es la esencia del boxeo: arriba del ring hay que olvidarse de todo; porque enfrente uno ve sólo un adversario", mencionó.
Tras amarrar la clasificación a los Olímpicos de México 1968, Roldán fue a su casa a unos días de la inauguración y su mamá lo esperaba con una gran comida, sin embargo, Antonio se molestó con ella ya que continuaba con la dieta.
"¡No lo podía creer... ¡Una comida! A mí, que llevaba una dieta muy estricta; a mí, que comía menos que un niño de tres años y que, incluso, hasta pena me daba que me vieran devorar un trozo de carne que, de tan chiquito, de un bocado me lo engullía. Esa maldita dieta me ponía tan nervioso y malhumorado que, sin medir las consecuencias, sin siquiera tratar de entender a mi madre, le grité: ¡Cómo me sirves esto! ¿Que no sabes que estoy a dieta y no puedo comer nada? Aventé el plato y me paré de la mesa. Mi pobre madre se soltó a llorar. Y yo, en esos momentos de ceguera, de gran tensión, no fui capaz de conmoverme. Mis hermanos trataron de intervenir, pero también les grité. Defendieron a mi madre. ¡Está bien! -les dije-. . . Ya, ya no se preocupen. No voy a pelear. . . Quería culpar a alguien de todos los demonios que traía en mi interior", mencionó.
Antonio estaba dispuesto ya a renunciar al equipo y buscó a sus entrenadores en el Centro Deportivo Olímpico Mexicano, pero no los encontró. Finalmente, Roldán habló con sus hermanos y le indicaron que su mamá se sentía culpable de que fuera a tomar la decisión de no competir en la justa olímpica.
"Mi madre se sintió mal esa noche y al día siguiente, muy temprano, cuando apenas estaba arreglando mis cosas, mis hermanos fueron a verme, me hablaron de la salud de mi madre, de que ella se sentía culpable de que yo me saliera del equipo. Me pidieron que no lo hiciera, que recapacitara. Y yo allí, en la duda, hasta que de repente oí la voz de los entrenadores: ¡ya es hora de trabajar! Y, pues a trabajar. Les dije a mis hermanos que no se preocuparan, que yo continuaría en el equipo. Les pedí que, en mi nombre, ofrecieran una disculpa a mi madre, que le dijeran que competiría por ella, y que le prometía una medalla", dijo.
Y así fue, el 26 de octubre de 1968, Roldán no solo consiguió la medalla, sino que se quedó con el metal dorado.
DAO