Cada tanto, Central se mete en una encerrona de la que le cuesta salir, donde los tormentos lo agobian. Y este presente que le toca vivir es para ponerlo dentro de esos tantos momentos olvidables. ¿Cómo se sale o al menos cómo se le baja la intensidad? Ganando. Así de simple. Es cierto, si eso pasa al día siguiente muchos de los problemas que hoy tiene el canalla van a seguir existiendo, pero un triunfo que calme un poco las aguas es de necesidad y urgencia. Central está hoy como el Charly García de finales de los 80, buscando un símbolo de paz, algo que lo apacigüe, que lo calme. Colón, que pondría en cancha un equipo alternativo, es una buena excusa para lograr que el ánimo cambie y que la vida para Central pueda ser otra. Muy pocos reparan hoy en eso, pero los tres puntos son vitales para que la única llamita de esperanza que hay de cara a la clasificación no se extinga por completo.
Leandro Somoza tiene un desafío enorme en medio de tantos tormentos, porque es el conductor de un equipo que necesita ganar jugando lindo, feo, gustando o con pelotazos, con un gol como sea. Es que el de esta noche será para el entrenador su segundo partido y con decisiones importantes ya de su autoría.
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Lo de la convulsión no es en sentido figurado. Es que fueron días complicados en la vida de un Central que pensó que había un ciclo agotado y decidieron tomar un nuevo camino, pero que desde ese momento lejos de aplacar lo ánimo, la ebullición fue en aumento.
Muchas de las cosas que sucedieron en los últimos días se hubieran tomado de otra forma si Central hubiera logrado un buen resultado en cancha de Tigre, pero como eso no sucedió (imposible conseguirlo con un equipo que no patea al arco) lo que venía de antes y lo que vino después tomó un color especial.
Sin dudas la agitación más importante fue la del martes, cuando Somoza le ordenó a Vecchio que realizara un trabajo de reacondicionamiento físico y que no lo iba a tener en cuenta para el partido de hoy, más allá de que en la tarde de ayer el 10 apareció entre los concentrados y posiblemente vaya al banco. Lo sucedido ese martes loco desembocó en un fastidio lógico de parte del jugador, por el cual tuvo que intervenir la dirigencia. Podría haberse manejado de otra forma el tema, también pudo haber sucedido como sucedió pero no trascender, lo cierto es que la historia se hizo pública (algún alto directivo parece ni siquiera haberse enterado) y así Central vivió ese martes prácticamente una pesadilla.
Claramente los malos sueños venían de arrastre, porque la noche en Tigre fue un espanto y el equipo despertó críticas casi en la misma medida que en el ciclo del Kily. Claro, ahí Somoza, con sus errores a cuestas y algunas malas tomas de decisiones, entendió que algunos cambios debía realizar. Se esperaban más, pero en principio serían dos: Pupi Ferreyra por Gino Infantino y Alejo Veliz por Vecchio.
Y así, de la patética noche futbolística en Victoria se saltó en cuestión de horas a la grave lesión (rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha) que sufrió Luca Martínez Dupuy. Y al día siguiente la novela Somoza-Vecchio que tuvo absolutamente todos los condimentos. Y un día más tarde, cuando parecía que las pálidas se habían terminado, apareció la sanción del Ministerio de Seguridad de la provincia de Santa Fe para clausurar la popular alta de Regatas por las bombas arrojadas en el clásico. Es decir, una seguidilla de pésimas noticias en la vida de este Central que busca soluciones, pero por el momento no las encuentra.
En el medio, el fútbol y ese desafío impuesto en el inicio del torneo y que hoy se ve demasiado lejos. Porque además de alguna buena noticia que levante el ánimo, Central necesita sentirse vivo en la pelea, pero es algo que logrará si gana (viene de cuatro derrotas consecutivas). O da un volantazo a tiempo o el golpe de frente contra la realidad llegará con demasiada antelación, lo que, inexorablemente hará un poco más ruido todavía.
Vaya si tiene motivos Central para desear una victoria esta noche frente a Colón. Porque este tránsito por los tormentos permanentes lo está confundiendo, pero sobre todo desgastando. Central está hoy como el Charly de hace más de tres décadas, buscando un símbolo de paz.
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