Concuerdo con todo lo expuesto por Mario Canessa en su estupenda columna sabatina del 16 de enero pasado, publicada en EL UNIVERSO. Él señala que pudo descubrir que ninguno de los candidatos que aspiran a llegar a la Presidencia de la República ha dicho algo sobre cómo y de qué forma manejará el deporte en el país. Esta puntualización es un diagnóstico patético del desinterés de los políticos nacionales por el deporte y demuestra que no están preparados para manejar la actividad deportiva y menos la apoyarán si llegan a Carondelet.
Parece que no conocen la importancia de esta actividad vital. Por eso no están informados de que existen los niveles iniciales, formativos y de alto rendimiento. No tienen idea de que el deporte, en todas sus formas, tiene el rol primordial de forjar el carácter, contribuye en la formación integral y física, desarrolla la motricidad fina y gruesa, promueve a trabajar en equipo, inculca la solidaridad, enseña a acatar las decisiones de los entrenadores y árbitros. Motiva a respetar a compañeros y rivales, orienta a recibir con sencillez las victorias y a levantarse de las derrotas. Esas son cualidades y principios que se descubren en la práctica formal de las disciplinas deportivas, actividad que no atrae a los políticos.
La mayoría de los presidentes de la República de los últimos años no ha tenido una visión clara de la utilidad del deporte y el manejo no ha sido acertado. No entregaron fondos suficientes y en los gobiernos recientes los disminuyeron de manera drástica. Esa reducción se podría justificar hoy por la pandemia, pero ya antes de la crisis sanitaria habían recortado todos los presupuestos del deporte.
Quizás los candidatos presidenciales no conocen que la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura), organismo internacional al que Ecuador está adscrito, elaboró normas que deben ser acatadas por todos los países. Por ejemplo, dice la Unesco que “a las autoridades públicas de todos los niveles y a las entidades que actúan en su nombre les corresponde tomar medidas para elaborar y aplicar leyes y reglamentos que regulen el deporte. Deben definir planes nacionales de desarrollo con objetivos claros y adoptar todas las demás medidas de estímulos de esta actividad, con la prestación de asistencia material técnica y financiera. Proporcionarán una inversión sostenida como un componente fundamental –como compromiso de todos los países– y proteger e incrementar las asignaciones presupuestarias para procurar que esta noble actividad sea de calidad”.
Quien llegue a la primera magistratura debe, de manera inmediata, encauzar la actividad deportiva y regresarles la autonomía a las entidades con una Ley del Deporte bien estructurada y que sirva de herramienta para estimular y beneficiar a la juventud en todas sus modalidades y formas.
Urge devolver las rentas propias, aplicar las exoneraciones al consumo de energía eléctrica, agua potable, y del pago de impuestos prediales de los escenarios. Liberar de impuestos y trabas aduaneras a la importación de implementos deportivos (debidamente comprobados para el uso de federaciones o asociaciones), y exigentes controles para que estos lleguen a los atletas.
Es una canción repetida aquella que dice que “no hay dinero en caja fiscal”, pero observamos cómo se despilfarra en otros ámbitos. Es muy poco, en comparación con países vecinos, el apoyo que el Estado entrega al deporte ecuatoriano. Incluso la empresa privada debe dar un respaldo más decisivo a todas las disciplinas, por ahora solo ayudan a las que les aseguran un pronto retorno de su inversión, lo que se puede considerar discriminatorio. La ley de incentivo tributario, vigente desde el 7 de octubre anterior, permite que los auspiciantes del deporte puedan deducir de sus impuesto el doble de lo aportado.
Entre los que corren para la Presidencia solo hay un candidato con vínculos cercanos con un exitoso dirigente deportivo de mucha experiencia y vigencia, pero el resto no tiene ningún antecedente que nos garantice que tendremos nuevos y mejores días para el deporte ecuatoriano. (O)