Hoy nos despejaremos de temas que trascienden en el deporte, tanto en el país como en otras naciones, para hurgar en los recuerdos, desde la década del 50 y en adelante, quizás hasta los últimos años del siglo XX.
Nos vamos a referir a una fruta que jamás faltaba en los escenarios, en camerinos de jugadores y árbitros, en bancas de suplentes y en sitios indeterminados de un campo de fútbol.
Esa fruta, que era el máximo refresco, es la naranja, de una pulpa jugosa. El responsable de asistir con unas naranjas era un auxiliar/voluntario del cuerpo técnico, que incluso poseía carné que lo habilitaba para estar en la cancha como aguatero; pobre de él si no tenía uno o dos baldes con naranjas previo al arranque del partido, porque recibía un llamado de atención de los jugadores, del entrenador o de la directiva.
Las naranjas, divididas en dos o cuatro partes, eran depositadas en un balde con una cantidad mínima de agua y hielo; la fruta era entregada o lanzada a corta y larga distancia a los futbolistas para paliar las altas temperaturas. Era imprescindible el balde de naranjas en las diversas disciplinas deportivas, salvo en el ajedrez.
Otro de los personajes en el fútbol profesional era el utilero, cuya misión consistía en llevar los uniformes de juego en sacos dos horas antes del partido; a veces aparecía faltando pocos minutos para el encuentro, y cuando todo parecía normal, de repente le faltaban algunas piezas de la vestimenta total. El ambiente se tornaba poco apacible por unos minutos.
También tenía presencia en el balompié el masajista/kinesiólogo, en los tiempos en que se los llamaba lavapiernas. Eran voluntarios y otros con breves estudios. Cumplían su trabajo en una mesa, algunas apolilladas, utilizando jabón y talco para relajar los músculos de los jugadores antes del partido.
Estos tres personajes, el aguatero, el utilero y el masajista, tenían sueldos mínimos y muchas veces eran expulsados por incursionar en el terreno de juego, especialmente los aguateros. Los otros dos eran echados por protestar las decisiones de los réferis: creían saber más que los técnicos. Eran tiempos folclóricos; siempre leales, sufrían cuando el equipo perdía o transitaba por la vía del descenso de categoría.
Hoy los tiempos han cambiado. Tanto el aguatero como el utilero y el masajista/kinesiólogo cobran muy bien y tienen contratos, ganan premios por partido y por títulos. Están mejor preparados, son profesionales en su rama y cumplen a cabalidad su trabajo. Incluso son gravitantes en el cuerpo técnico.
Hoy han desaparecido las naranjas y han aparecido las bebidas hidratantes. Las vestimentas de los futbolistas reposan con uno o dos días de antelación en el casillero de cada jugador, y los implementos de recuperación y duchas están acordes a la tecnología actual en cada camerino.
Hemos recordado el ayer y progresos del fútbol. Un lector insiste en que le responda una pregunta: ¿Cuántos tipos de dirigente hay en el deporte? Ahí va la respuesta: dirigentes mentirosos, de papel, de escritorio, farsantes, ponderosos, dinámicos y serios. Hemos cumplido con el pedido. (O)