Al conocer el mundo el fallecimiento de Diego Armando Maradona (1960-2020) -uno de los dioses del balón- las naciones, los millones de fanáticos, las dirigencias, el gigante planeta poblado de deportistas, el periodismo y los que consideran el fútbol como una religión recibieron la noticia con un silencio inadvertido y con lágrimas que describían tristeza. Se ausentaba Diego de esta vida natural. Un monstruo del balón que demostró jerarquía, carácter y liderazgo en las arenas en donde jugaba con la camiseta número 10.
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¿Cómo calificaban los hinchas a Diego por su juego? Como un futbolista de dimensiones estelares, entendiéndose que por lo técnico y por su poder físico Maradona era un superdotado. Y qué decir de las arengas a sus compañeros en los clubes y en la selección albiceleste. Como capitán dentro y fuera del gramado era escuchado y respetado.
¿Cómo lo analizaban los periodistas especializados en fútbol? Como un genio y líder con el balón, virtuoso como pocos en el mundo del balompié; creador de ingredientes tácticos, gambeteador, insistente en tener el esférico y letal con su zurda. Sacudió miles de redes en el mundo con sus goles. Hábil y todo un actor y director con el balón en juego. De las palabras que hay en el diccionario para definir a los cracks, para él la más justa es ‘poesía’.
¿Cómo era como persona fuera de la cancha? Sincero, amigo incondicional. Conoció en su juventud la pobreza, y luego, cuando amasó una fortuna, extendió la mano al necesitado. Crítico con el periodismo, enérgico con los dirigentes. A su retiro de las canchas pasó a ser técnico de su país (en el Mundial de Sudáfrica 2010), y condujo conjuntos en casa y en el exterior. Su vida íntima preferimos no comentarla.
Diego dejó huellas imborrables en su entorno familiar, en la sociedad argentina y en muchos países; entre sus compañeros, cuerpos técnicos, periodismo, en la baja y alta sociedad. Hay una suma de anécdotas, vicisitudes, momentos de euforia y tristeza. Referente al tema deportivo vamos a describir algo.
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En 1979 Teófilo Salinas, presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), me nombra preparador físico de la selección Resto de América, combinado que reunía a figuras de varios países, para jugar en la inauguración del estadio Serra Dourada de Goiania, Brasil, en un juego con la selección del estado de Goiás. En principio el técnico era César Luis Menotti, pero tuvo una emergencia y fue llamado el ecuatoriano Jorge Lazo.
En tal selección fueron convocados Maradona, Pelé y Hugo Gatti, que cumplieron dos prácticas, pero por motivos futbolísticos volvieron a sus países. Puedo certificar que fueron unos caballeros del balón en el breve tiempo que los tuve como discípulos. Cordiales, integrados al grupo, respetuosos.
¿Qué jugadores defendieron la selección Resto de América? Menciono a Lasalvia y Da Silva, de Uruguay; Teófilo Cubillas, Héctor Chumpitaz, Ramón Miflin y José Velásquez, de Perú; Ovidio Messa, Carlos Aragonés, Miguel Aguilar, de Bolivia; Héctor Botaniz, Omar Larrosa, Norbeto Outes, de Argentina; Ze María, Socrates, Zico, Palhinha, Baltazar y Amaral, de Brasil; y los ecuatorianos Pepe Paes (brasileño nacionalizado), Wilson Nieves, Flavio Perlaza y Oswaldo Páez; y otros futbolistas.
El fútbol lamenta que un héroe del esférico se haya alejado de esta tierra; estamos seguros de que Maradona ya marcó goles en ese reino celestial.
No más palabras... (O)