Maradona no murió. No son ciertos esos zócalos de la TV. Son falsos los títulos de los diarios.
Maradona no murió. No puede morir lo que es eterno. No puede desaparecer lo que es inmortal. Porque Diego Armando Maradona es mucho más que un jugador de fútbol. Es un artista, un símbolo. Un verdadero fenómeno cultural. O mejor dicho, un fenómeno inexplicable.
Lo inexplicable no responde a la incredulidad sino a la imposibilidad de poder describirlo con precisión. Porque por más intentos que hagamos de ahora en más, será imposible encontrar la palabra justa. Es una utopía creer que se puede volcar en una hoja en blanco lo que responde a la fibra íntima de cada persona. Al sentimiento más profundo de una sociedad.
Maradona no murió. Es y seguirá siendo referencia ineludible para cada ciudadano de esta parte del mundo cuando muestre su DNI en cualquier rincón del planeta. Diego es argentinidad.
Maradona no murió. Es el claro ejemplo de ascenso social, que puede llegar a ser premiado en la prestigiosa universidad de Oxford. Un fiel exponente para aquellos que luchan por romper las barreras que imponen las privaciones. Su costado más puro, jugando por el sándwich y la gaseosa en los Cebollitas, la infancia con algunas carencias y el amor inconmensurable por sus padres generan una total empatía. "Me sacaron de Fiorito y de una patada en el culo me mandaron a París", en sus propias palabras.
Maradona no murió. Carisma, carácter, personalidad. Líder por naturaleza. Es sinónimo de rebeldía, la bandera de la lucha contra el poder establecido. La reivindicación de una clase.
Maradona no murió. “El más humano de los Dioses”, según el genial escritor uruguayo Eduardo Galeano, se arrepiente, admite que se equivoca, sin manchar la pelota. Y sus fieles saben comprenderlo y cobijarlo. Porque todos podemos ser Maradona con miserias, contradicciones, desbordes y excesos.
Maradona no murió. Es el amor por la bandera. Identificación, sentido de pertenencia. La venganza futbolera después de la guerra de Malvinas y el insulto rabioso ante la silbatina del himno argentino en Italia lo transformaron en el embajador nacional por excelencia. Qué decir de Napoli, que lo adoptó como hijo por haberles dado lo que nunca se habían animado a soñar.
Maradona no murió. El tobillo inflado del ’90 y el exigente entrenamiento a lo Rocky Balboa en la previa del Mundial 1994 sirven de inspiración. Porque la pasión, el esfuerzo y saber soportar el dolor, tarde o temprano, traen recompensa. Como declaró Marcelo Bielsa en las últimas horas: “El mito que es esa persona, lo que él hace, nos hace creer que nosotros también podemos hacerlo”.
Maradona no murió. Se lo siente propio como un amigo o familiar. Capaz de reunir a hinchas de Boca y River o Rosario Central y Newell’s en un abrazo. Sus caídas le dolieron a la gran mayoría. Un país sintió en su momento que le cortaron las piernas. Sus resurrecciones fueron festejadas por multitudes. Y para sus críticos nunca pasará inadvertido.
Maradona no murió. “Soy un simple jugador de fútbol. Dios es Dios y yo soy Diego", dijo alguna vez el Diez. Sin embargo, la Iglesia Maradoniana seguirá sumando miles de fanáticos, pregonando los 10 mandamientos y festejando la Pascua Maradoniana (22 de junio por el partido ante Inglaterra) y la Navidad Maradoniana (30 de octubre por su nacimiento).
Maradona no murió. Es protagonista de canciones, películas, series y documentales. Pensadas, improvisadas, creativas, polémicas, inteligentes, erróneas, graciosas, sus célebres frases ya forman parte del acervo popular. Incluso su apellido formó un nuevo verbo: “Maradoniar”.
Maradona no murió. Es talento y creatividad con la pelota en los pies, al punto de que una entrada en calor pase a la historia. Provoca cosquilleos con sus jugadas, genera sonrisas con sus malabarismos. “Que de la mano, de Maradona...” llevó a una Selección a la cima del planeta futbolero y “regó de gloria este suelo”, como cantaba Rodrigo en La Mano de Dios. Nadie que genere semejante nivel de felicidad puede morir.
Maradona no murió. Su historia se conoce al detalle por vivir en un reality show durante 45 años: "Sólo les pido que me dejen vivir mi propia vida”, reclamó alguna vez. Pero su magnetismo generó el efecto contrario en muchos, que hasta lo acompañaron con bengalas a la par de una ambulancia.
Maradona no murió. Está presente en cada niño llamado Diego Armando desde 1976 a la fecha. También en los cientos de miles que se lo tatuaron en la piel.
Maradona no murió. Están los que pudieron disfrutarlo en plenitud, los que necesitaron VHS y los que lo seguirán conociendo a través de YouTube. Una leyenda que crece de generación en generación. Como sentencia la frase: “Alguna vez tus hijos, y los hijos de tus hijos, preguntarán por él”.
Maradona no murió. Vive en el corazón del pueblo. Y no se irá nunca de ahí.
EL LEGADO DE MARADONA
Lo que nos deja a quienes fuimos sus contemporáneos
Lo que nos deja a quienes lo disfrutamos tarde
Lo que nos deja a quienes nacimos después de su época
Motivos para armar a un ídolo incómodo
El villero y peronista que abrazó a su clase
El fenómeno cultural
El arquetipo del ser nacional