25/11/2024

Jorge Barraza: Una cumbre futbolística para la historia

Jueves 19 de Noviembre del 2020

Jorge Barraza: Una cumbre futbolística para la historia

Como la ‘masacre de Quito’ será recordada la victoria por 6-1 de la Tri sobre Colombia, un resultado liviano que bien podría agradecer el equipo del estratega Carlos Queiroz.

Como la ‘masacre de Quito’ será recordada la victoria por 6-1 de la Tri sobre Colombia, un resultado liviano que bien podría agradecer el equipo del estratega Carlos Queiroz.

“¡Más rápido, más alto, más fuerte!”. El lema olímpico aplica perfecto a la masacre de Quito. Porque así será recordada en el futuro. En cada corrida, en cada salto, en cada trabada emergía triunfante un ecuatoriano. Eran aviones. Incluso tras el sexto gol, en una jugada de mediocampo, la cámara de la televisión pasó cerca de Gustavo Alfaro y se lo vio exigiendo a sus jugadores con gesto adusto, de reclamo: “¡Vaaaaamos, vaaaaamos…!”. Quería mayor implicación. ¿Más que eso…? Fue 6 a 1 y Colombia debe agradecer la liviandad del resultado. “¡Gracias, Señor, pudieron ser diez y quedábamos retratados para siempre…!”. Ecuador, que no tenía técnico y contrató uno media hora antes de la Eliminatoria, le ganó en todos los aspectos que intervienen en un partido de fútbol: física, técnica, táctica y anímicamente. Lo barrió en la red y en todos los sectores del rectángulo. Lo goleó también en actitud, en ganas, en compromiso, en entusiasmo, en ilusión. Los zagueros, los laterales, todos subían casi desesperados a meter un gol. De hecho, Arboleda, Arreaga y Estupiñán, tres de los cuatro defensas, marcaron goles.

Ninguna otra actividad humana puede despertar el orgullo nacional y el sentido de pertenencia como el fútbol cuando se compone un partido así. El pecho se infla, palpita, duele casi de la emoción. La selección le ha regalado al país una alegría indescriptible, que estimula todos los campos de la sociedad. Es muy difícil mentalizar a un grupo de futbolistas para que realice una maravilla de este calibre, con categoría e instinto casi asesino. Allí asoma la figura del entrenador. Nunca conocimos un equipo valiente con un técnico pusilánime. Lo primero es reflejo de lo segundo. Pero además está su perspicacia, su inteligencia, su rapidez para captar situaciones, para advertir las debilidades del rival y potenciar las fortalezas propias.

Punto aparte en memoria

Tal vez este equipo dé otras exhibiciones similares, o tal vez pasen cincuenta años para volver a ver algo igual, nadie sabe. Pero el 6-1 a Colombia es una cumbre futbolística, un hito de esos que se convierten en efemérides y se recuerdan cada diez, veinte, treinta años. La de Ecuador ha sido una actuación histórica, inolvidable, descollante desde el minuto uno al 97. Supera a cualquier antecedente anterior. Para graficarlo mejor: este cronista no recuerda ninguna presentación de este tipo de una selección argentina ante rivales importantes. Acaso aquel 6-0 a Perú en 1978 en que salió a atropellar al adversario, directamente a pisarlo, pero quedó envuelto injustamente en un manto de sospechas por todas las cosas que se dijeron a posteriori. Pero no con este nivel de lucimiento. Estuvimos aquella noche de 1993 en el Atahualpa cuando la Tri abrió la Copa América con un 6 a 1 a Venezuela; rotundo, brillante, pero lejos de este arrasamiento. Acá se combinaron en grado máximo todos los factores que involucra el juego.

A los 38 minutos Ecuador ganaba 4 a 0 y mostraba una voracidad que presagiaba más amplitud. Allí se produjo un suceso jamás visto en la historia del fútbol: que un entrenador cambiara cuatro jugadores juntos a los 40 minutos del primer tiempo. ¡Cuatro en una tacada…! Va directo al Libro Guiness de los Récords. Esto es reflejo del arrasamiento que estaba recibiendo. Y no eran cambios para potenciar su ofensiva, sino para detener el vendaval.

Aquí entra en escena el tópico más relevante: los actores del juego, el material con que cuenta uno y otro. Advertimos en Colombia un autoengaño: “Por suerte hay un gran plantel”. No lo es, o al menos no se demuestra. Existe una sobrevaloración de muchos nombres solo porque militan en clubes europeos. Jugar en una gran liga es un antecedente importante, pero eso tampoco decide todo de antemano. Se da por hecho que porque un futbolista juega en el Everton es superior a un ecuatoriano que actúa en Barcelona, Emelec, Liga o Independiente del Valle. No es así. Hay que demostrarlo. Y quedó reflejado en este impiadoso 6 a 1: si existen diferencias de calidad, es a favor de los muchachos ecuatorianos. Sucede que el medio no goza de prestigio en el mercado y no posee los representantes que sí saben colocar a los futbolistas colombianos en Italia, España o Inglaterra. Tampoco tienen mucha prensa, por eso se los cree menos, pero no cabe ninguna duda: demostraron ser más.

A 100 km/h

La intensidad, implicación y sentido colectivo de Ecuador son una muestra gratis de lo que es el fútbol actual. Se juega a cien kilómetros por hora, dejando el alma y con alta condición técnica. No obstante, hay quienes persisten que el juego era mejor hace cincuenta o sesenta años. Incluso que Ecuador jugaba mejor en los años 60 que ahora. Dentro de ese colectivismo de los once, no puede faltar una mención de honor para Ángel Mena, la estrella del 6 a 1. Participó con brillantez en cuatro de los seis goles. Su control de bola en el segundo gol es para pasárselo a los chicos en los colegios, y su taco para Plata en el quinto, una delicia. Fue el conductor cerebral, el receptor confiable de todos los pases, el titiritero del equipo. Y ya venía de descollar ante Uruguay y Bolivia. Se dijo de él que no era jugador de selección. Que le pregunten a Alfaro si no es.

A colación de Alfaro: ojalá lo dejen trabajar en paz, porque Gustavo Quinteros también tuvo un comienzo fulgurante y luego lo dinamitaron. Decían que su selección era demasiado azul porque había llamado a cinco jugadores de Emelec, que era sensación en ese momento. “Emelección”, le llamaron. Tanto lo desestabilizaron que lo consiguieron: Ecuador no fue al Mundial cuando tenía asfaltado el camino hacia Rusia.

La que no puede adjudicarse méritos es la Federación: contrató a Alfaro por descarte. De no ser por el alzamiento de Estrada, hoy sería Jordi Cruyff el técnico de Ecuador. Mejor ni pensar. (O)

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