Diferentes reacciones hubo en la prensa escrita de Colombia, luego de la derrota 0-3 ante Uruguay por la fecha 3 de las eliminatorias mundialistas, pero todas coinciden en que fue dolorosa y deja muchas interrogantes.
Diario El Tiempo, en su edición digital, titula: "Un viernes 13 vivió Colombia" y describe que "hay derrotas de las que se aprende y otras que dejan muchas preocupaciones. Y muy seguramente, ni Carlos Queiroz ni los jugadores de Colombia habrán podido dormir tranquilos: ni el calor, ni el horario, ni la nómina, ni el planteamiento, ni los cambios, nada le salió a la selección, que sufrió la peor derrota de su historia como local en la eliminatoria".
Agrega que la formación que planteó Carlos Queiroz (técnico cafetero) fue toda una sorpresa. Aunque llamó a dos jugadores para una hipotética posición de lateral derecho ante la ausencia de Stefan Medina y Santiago Arias, ninguno de los dos (Luis Orejuela y Daniel Muñoz) comenzó como titular.
La otra modificación sí era más o menos esperada: como Dávinson Sánchez apenas llegó el jueves a Barranquilla, el DT se decidió por Jeison Murillo al lado de Yerry Mina en la pareja de centrales. Normalmente, al que no se le tiene tanta confianza es al nuevo, en este caso Murillo. Pero el que falló, muy feo y muy temprano, fue Mina, que entregó una pelota dividida por el centro del campo y a Lerma, el receptor del pase, lo anticiparon fácil. La jugada terminó en un toque de Nahitán Nández a Edinson Cavani y en el gol número 16 del ahora artillero del Manchester United en las eliminatorias.
Después del gol, Colombia se veía perdido, sin ideas, y más bien expuesto a que Uruguay le volviera a hacer daño.
A Queiroz le tocó desbaratar su esquema y barajar de nuevo.
El desespero cundió en Colombia, en la cancha y en el banco. El DT intentó movimientos desesperados, con la entrada de Alfredo Morelos y Edwin Cardona y la salida de Muriel y Uribe. Pero el equipo se veía muy abierto, perdiendo en todos los mano a mano y haciendo que los hinchas buscaran la camándula cada vez que los uruguayos pasaban de la mitad de la cancha.
El equipo estaba jugando en busca del descuento, con las líneas muy adelantadas, y así dejó espacios que los uruguayos aprovecharon.
Para completar la terrible tarde de Mina, el zaguero del Everton terminó expulsado por meterle un codazo a un rival en el minuto 90. Menos mal fue al final del juego, porque más temprano la catástrofe podía haber sido peor para el equipo.
Al técnico le quedan sábado, domingo y lunes para replantear, buscar opciones y ver cómo recupera lo perdido en casa y vuelve a meterse en la zona de clasificación, porque hoy la selección aparece por fuera de la zona de clasificar a Catar 2002. Fue un viernes 13 de pesadilla, un partido para olvidar rápidamente y una derrota de esas que duelen, que aterrizan, que incluso hace perder la confianza. Desde ya hay que empezar a recuperarla.
Colombia y una humillación que dejará una lección
En su edición digital el diario El Espectador tituló: 'Colombia y una humillación que dejará una lección' y detalló que "Colombia perdió 3-0 con Uruguay, en la que ha sido su peor derrota en Barranquilla. El equipo no pudo contrarrestar el orden y la eficacia de la Celeste".
Hay ocasiones en las que se tienen las ideas, pero no se ponen en práctica como se espera. Y allí todo depende de la capacidad de reaccionar y cambiar a tiempo.
También en la forma de ejecutar lo que se imagina. Por eso fue normal que Carlos Queiroz, tan exaltado como no se le había visto desde que llegó a la selección de Colombia, enviara a la cancha a Luis Díaz por Wílmar Barrios antes de que terminara la primera parte frente a Uruguay. El entrenador portugués respondió de inmediato y ni siquiera aguardó al entretiempo para hacer la modificación.
Esto pasó porque Yerry Mina dudó, le entregó mal la pelota a Jefferson Lerma y propició el primer gol
Entonces Óscar Washington Tabárez y su plan en Barranquilla, tan sencillo y efectivo, implementado quizá por lo vivido con Ecuador en Quito (perdió 4-2), tuvo éxito.
Y Colombia sintió el roce, la pierna fuerte, el choque y a los uruguayos haciendo doblajes y no renunciando a los duelos, porque en ese país, seguramente, aprenden primero a jugar con el cuerpo y después con la pelota.
Y, claro, con la cabeza. A diferencia del comienzo de los partidos anteriores, y como no debería pasar el próximo martes frente a la selección ecuatoriana, el equipo nacional no aplicó el toque y voy.
No se dieron cuenta de que las defensas compactas se rompen a través de la rotación, de ir para un lado, después para el otro y de dar la vuelta hasta que aparezca una fisura y se pueda entrar.
La salida de Barrios también permitió que James Rodríguez, un poco anclado en la banda derecha, tuviera la libertad de moverse y de asociarse, y que Díaz, delgadito y muy rápido, le ganara muchos duelos a un Martín Cáceres infatigable y al que no le importó que lo pasaran, pues siempre regresó a su posición inicial.
No hubo modo, tampoco ideas, para quebrantar la maraña que armó el visitante con su superioridad numérica y Colombia, que frente a Venezuela lució tan fuerte (claro, era otro rival), fue pasiva, imprecisa, desorganizada y muy endeble.
Ya en el segundo tiempo el inicio de la selección fue mejor, con cambios de ritmo, desmarques y más ganas. Pero todo menguó con el robo de Betancur a James Rodríguez, la falta de Jeisson Murillo en el área sobre el jugador de Juventus y el cobro impecable de Luis Suárez al palo izquierdo de David Ospina (el arquero fue al otro). Otro golpe a las costillas de un equipo que apenas se estaba levantando.
Y ya por segunda vez en la lona, costó más asimilar lo que estaba sucediendo. Entonces Queiroz fue lúcido con el ingreso de Alfredo Morelos por Luis Fernando Muriel, pero se obnubiló al mandar a la cancha a Edwin Cardona, pues el jugador de Boca Juniors le quitó espacios a Rodríguez y dio la impresión de que los dos, muy talentosos, se pisaron de cuando en cuando.
El potente remate de Darwin Núñez, imposible para Ospina (nadie lo presionó para que no sacara el latigazo), culminó el peor partido de Colombia en Barranquilla, la derrota más dura en el Metropolitano, que se suponía era un fortín, y el primer gran traspié de Queiroz al mando de la selección.
Ahora, dejando este funesto episodio atrás, que sería lo más sano cuando apenas comienza esta eliminatoria, se viene Ecuador en la altura y un rival que suma dos victorias consecutivas y que a esta Uruguay la superó de una forma magistral y con un planteamiento acertado de Gustavo Alfaro.
Para ese encuentro Queiroz no podrá contar con Yerry Mina, expulsado en los últimos minutos frente a los uruguayos -cerrando un día para el olvido- y sí con Dávinson Sánchez, que no estuvo en Barranquilla tras haber llegado tarde a la concentración (por el nacimiento de su hijo). Ya dependerá del portugués quién deba acompañar al hombre de Tottenham: Murillo o William Tesillo.
Pero lo más relevante, más allá de los nombres en el estadio de Liga de Quito, es no romper con el método y seguir al pie de la letra su ejecución. Claro, y tener el don de la improvisación cuando las cosas lleven por ese camino. Hay que recordar que, como dijo Haruki Murakami (Kioto, 1949), uno nunca es el mismo después de salir de una tormenta. Y que para eso están las tormentas, para dejar un precedente y, en este caso, para agarrarse a la memoria y repasar lo bueno que se hizo y que se puede volver a hacer.
El dolor de la goleada contra Uruguay -y lo malo del partido- mermará con un buen resultado en la capital ecuatoriana, no se olvidará, por supuesto, pero sí apaciguará a un equipo que tiene las herramientas y que solo debe aprender a usarlas en distintas situaciones. (D)