La situación del arbitraje ecuatoriano se ha complicado, tanto por sus malas actuaciones como por las revelaciones contenidas en los dichos de los actores. Todas develan un estado grave. Al momento, el tema arbitral posee un karma pesado y si no se toman medidas urgentes, que permitan transformación, el caos será infranqueable; y por todo lo visto y escuchado en los últimos días, el arbitraje seguirá sumido en el engaño de un orden establecido, ahí donde nada es previsible, para así conseguir los resultados.
El estado de las cosas se ha vuelto delicado, porque los propios dirigentes del sector arbitral se han encargado de enturbiar más el horizonte con frases temerarias. Por supuesto, si actúas así, es lógico que los que atizan el fuego para que arda más no deben quejarse de las quemaduras.
El abogado Carlos Manzur, director de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), renunció a la presidencia de la Comisión de Arbitraje alegando que no tiene ni las condiciones ni las armas para dar con un cambio que mejore nuestro arbitraje. Ha acusado que la mayoría de dirigentes están concentrados en tratar de controlar el arbitraje y culminó su pública renuncia denunciando que “la corrupción existe, pero la única forma de luchar contra ella es eliminar al corruptor”. Lo que llama la atención es que Manzur declara conocer cómo luchar contra esa corrupción y recomienda la forma. Por eso causa sorpresa que si conoce cómo hacerlo, ¿por qué renuncia? Si el caso responde a que se le agotó la voluntad, su obligación es darnos santo y seña de los responsables de esta engañosa, problemática y turbulenta situación con que vive el arbitraje del campeonato.
Lo que genera Manzur con tan drásticas afirmaciones es que el fútbol vuelva a convivir con la desconfianza y el escepticismo generalizado en el aficionado. Si denuncia y no identifica a los autores, las consecuencias de una confesión sin dar el mínimo detalle conllevan una sombra enorme en la transparencia del sistema y afecta también al gremio arbitral. Manzur ha tratado de explicar que existen intentos a menudo para controlar un resultado y también la dirección del arbitraje. Si es así, está confesando que en el fútbol ecuatoriano hay una red perniciosa. A estas alturas de la importante trayectoria dirigencial de Manzur, me imagino que su renuncia lo convierte en una víctima sacrificial o en un silente denunciador, que es lo mismo que se ausente para evitar el riesgo o una delación comprometedora.
Reacción inmediata
Las declaraciones de Manzur trajeron reacciones como las del presidente de Emelec, Nassib Neme, quien le reclama al renunciante que sea más específico, y la del dirigente de Liga de Quito, Esteban Paz, que pidió una profunda investigación para saber qué dirigentes corrompen al fútbol, que es lo más prudente si es realmente el afán de esclarecer este ambiente enrarecido. Ya lo definió el doctor Iván Mendoza, presidente de Guayaquil City, quien además ha reiterado que Manzur está equivocado, porque la única forma de luchar contra la corrupción es descubriendo todo, corruptores y corrompidos, y que es un error generalizar a la dirigencia, porque así pagarían justos por pecadores.
La desconfianza y el escepticismo reviven en el aficionado.
En buenos términos, los tres mencionados dirigentes de importantes equipos del campeonato nacional le exigen al renunciante Manzur que no abandone el barco y que asuma la responsabilidad de perseguir y desbaratar esa estructura mafiosa que él mismo ha confesado que existe en el fútbol ecuatoriano.
Postura de árbitros
Pero si lo antes expuesto obliga a agarrarse fuerte, lo del presidente del gremio arbitral, Luis Muentes, es una declaración con una onda expansiva poderosa. No solo desafía a la dirigencia de los clubes a limpiar la cloaca que está dentro de nuestro fútbol, también Muentes confiesa que la corrupción existe y la comenzaron los directivos, porque “el primero que ofrece es el dirigente y el árbitro, que es sinvergüenza, acepta al corrupto”.
La verdad es que todo lo descrito por Muentes está cercano al infierno de Dante de la Divina Comedia, que al parecer son los textos que inspiran al líder arbitral, quien para ponerle más temperatura al infiernillo declara que los corruptos “dirigentes y árbitros” no son los mayores responsables de los supuestos actos de corrupción, sino los periodistas, porque ellos son los que más daño le hacen al fútbol ecuatoriano, porque “la gente los escucha y a veces les cree”. No puedo imaginarme la génesis de la inspiración que ha tenido Muentes para realizar semejante comparación entre lo que es la corrupción arbitral y la responsabilidad y la credibilidad y audiencia del periodismo. Solo puedo concebir que Muentes sufrió, nuevamente, una severa alteración de los valores y los principios, posiblemente porque su alter ego lo apabulla o tal vez, como quiso explicármelo Muentes, sus palabras sobrepasaron al concepto que él tiene.
Nuevamente el fútbol nacional toma parte de una crisis política.
La LigaPro ahora quiere hacerse cargo del arbitraje, que lo maneja la FEF. La propuesta del presidente Miguel Ángel Loor es convincente, porque hace ofertas que ascienden a esos paradigmas que pocas veces se cumplen en nuestro país, como son la profesionalización del arbitraje, la modalidad tecnológica para designarlos, el tan ofrecido VAR y la independencia de esa comisión. Solo así se conseguirá optimizar lo que bien describe Miguel Álvaro López en su libro La ley del silbato, en el que cuenta que el árbitro, por el desamparo, es al final un mediador de conflictos en los que es acusado, sus errores se magnifican y sus aciertos pasan desapercibidos. Su reivindicación por una mala actuación es analizada siempre entre la ignorancia y la mala fe y no hay espacio para el error.
Loor presenta como antecedente que la LigaPro ha pasado las pruebas con las comisiones disciplinaria, legal, médica y de competiciones, y que estaría dispuesto a quitarle el dolor de cabeza a la FEF, tomando en cuenta que esta ha presentado problemas con el rendimiento de los árbitros y ahora por corrupción. Esa decisión de traspasar esta competencia está en la voluntad de la Federación. No lo veo viable por el momento, porque conocemos las diferencias que existen entre el presidente de la FEF y su colega de la LigaPro.
Hasta que esto llegue, y sabrá Dios cuándo, no podemos olvidarnos de tan variadas acusaciones vertidas. Todavía retumba el ambiente tan pestilente por los términos usados por los protagonistas. Y a las pruebas me remito. Loor: “Hay algunos que tiran estiércol con ventilador y no lo podemos permitir”. O Muentes: “Nuestro fútbol está sumido en una porquería, es una cloaca y vamos a limpiarlo”.
En fin, este nuevo escándalo de mal gusto, que nuevamente se apropió de los titulares de los medios de comunicación, no nos hace olvidar que hace pocos meses asistimos a otra crisis de carácter política dentro de la FEF. Me da la impresión de que lamentablemente en nuestro fútbol el escarmiento nuevamente no ha sido suficiente. (O)