Jordi Cruyff respira. Se ha quitado un peso de encima. Ya no tendrá que ir a Ecuador. Ni para romper su contrato se avino a presentarse y dar la cara, como corresponde. Su abogado lo arreglará. También se liberó de tener que afrontar un entrenamiento (ufff…) Era una mala elección y mal terminó. Tuvo cero compromiso. Sólo fotos, poses, alguna parca declaración y escasísima implicación. No le interesó empatizar con el medio. Nunca quiso estar en el país que lo contrató. Siete meses tirados al canasto cuando lo único que no le sobraba a la Federación Ecuatoriana era tiempo para conformar su selección nacional. Utilizó la pandemia para ampliar más el distanciamiento y justificarlo. Se fue sin dirigir una sola práctica, sin dar a conocer el menor aspecto de su trabajo. Deberán ser los jugadores, individualmente, quienes cuenten si al menos habló con alguno por teléfono. Ni siquiera tuvo que indemnizar a su empleadora por el plantón, al contrario, cobró. Era una relación fantasmal y ahora se le cayó la sábana. Fue un final anunciado el mismo día que lo presentaron. La Federación contrató un apellido, no un técnico. Jordi Cruyff se mostró en todo momento como un hombre sin el menor entusiasmo, distante, de gesto adusto, como si fuera un oráculo, totalmente alejado del lugar al que iba para generar una revolución.
Acerca de la fábula de que podía llegar a entrenar al FC Barcelona, no pasa de ese nivel. Jamás fue mencionado en todos estos meses por los dos diarios deportivos catalanes -Sport y Mundo Deportivo- como posible candidato a ocupar la dirección técnica en reemplazo de Quique Setién, quien, de paso, fue confirmado hasta el final de esta temporada, o sea hasta finalizar su participación en Champions. Y en el caso de que pudiera arribar al club azulgrana junto con Xavi Hernández, si se da, sería en julio de 2021. Xavi tiene todo atado con el candidato a la presidencia Víctor Font. Si éste ganara, seguramente el fenomenal exvolante será el DT. Las elecciones en el Camp Nou son a mediados del año próximo.
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Lo mismo Antonio Cordón. Cuando el 20 de junio se subió al avión para irse a España era para nunca más volver. A los dos días ya se hablaba en Sevilla de su inminente arribo al Betis como director deportivo. Que faltaban apenas recortar algunos flecos para concretarlo, sobre todo su desvinculación de la FEF. Y se oficializó. No hay dudas: se fue de Quito teniendo avanzada la negociación; nadie contrata un director deportivo, puesto crucial en un club, tras una ronda de cafés. Un irrespeto. Cordón se marchó recordando, como quien se levanta de la mesa advirtiendo “la cuenta está paga”, que deja un plan de trabajo fenomenal “para los próximos años”, el cual garantizará el éxito. ¿En qué se basa el plan…? ¿Quién lo ejecutará…? ¿Qué es, un manual que cualquiera puede poner en práctica…? ¿Un power point, una carpeta…?
Luego esgrimieron, ambos, la excelente excusa de la inestabilidad institucional para romper sus vínculos. Jaime Estrada informó que entre ambos cobraron por estos siete meses en blanco 1 175 000 dólares. Una pequeña fortuna. Deberá decir el señor Egas si ello es cierto o si es una falacia de Estrada.
Ahora Ecuador debe empezar de cero otra vez. Y no será fácil. Si estando el directorio unido llegar a la firma con Cruyff demandó meses, la división actual en el comando de la FEF no hace sencilla la designación de un nuevo entrenador. Recordemos que la Eliminatoria está prevista para la primera quincena de octubre, dos meses y medio. En ese lapso deberá analizarse con cuidado un abanico de candidatos, llegar a un acuerdo, presentarlo y comenzar los trabajos. Con jugadores que no estarán.
Esta era la elección revolucionaria de la Federación Ecuatoriana. Primero se pretendía un técnico alemán, preparadores físicos alemanes, psicólogos alemanes, aguateros alemanes. Luego, alguien que tuviera pasaporte europeo, no importa quién. Y cayó Jordi Cruyff. No salió barata la fiesta, ahora queda la resaca nomás.
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Se ha argumentado que no hubo pérdida de tiempo, que la pandemia los atrasó a todos por igual. Nada que ver. Los demás no empiezan de cero. Paraguay lleva un mes entrenando. Todas las demás selecciones tienen técnico y equipos armados. Los jugadores argentinos, brasileños, uruguayos, chilenos, colombianos, incluso venezolanos siguieron activos en Europa. Y sus conductores llevan mucho tiempo de trabajo. No parten desde el mismo sitio. Se puso como ejemplo que Lionel Scaloni, estratega de Argentina, está en España igual que Cruyff. Que por qué tanto lío. No hay similitud ninguna. Scaloni vive en España, en Mallorca, pero se instala en Buenos Aires. Y lleva dos años al frente del timón albiceleste, tiene una selección designada, un once conformado. Fue encargado de hacer el recambio y lo hizo. Entre los más conocidos salieron Mascherano, Biglia, Banega, Di María, Higuaín, Zabaleta, Lavezzi, Enzo Pérez, Mercado, el arquero Romero. Se probaron decenas de valores nuevos, jóvenes, y se hizo una selección completamente distinta, la que terminó tercera en la última Copa América generando buenas expectativas. El trabajo grueso está hecho. Pero, además, Scaloni compone un triunvirato con Roberto Ayala y Walter Samuel, no está sólo.
El primer nombre que surgió como posible sustituto de Cruyff es Paul Vélez, a quien tuvimos la suerte de conocer en Guayaquil cierta vez que estaba concentrado con el Macará en el mismo hotel que este cronista. Un individuo sencillo, agradable y que opina bien de fútbol. La pregunta es: ¿estará Paul Vélez para dirigir una selección…? Y algo más: ¿en qué quedó el plan ultragaláctico de entrenadores europeos, “proyecto a diez años”, “Ecuador potencia mundial” y todas esas proclamas grandilocuentes…? (O)