Esta vez se ahorró el bailecito provocador y tampoco pidió que el público lo abucheara.
Pese a lidiar con una dolencia en la pierna izquierda, el nuevo niño malo del tenis no para de ganar.
Daniil Medvedev prolongó su marcha arrasadora en canchas duras al clasificarse este martes a las semifinales del US Open con una inapelable victoria 7-6 (6), 6-3, 3-6, 6-1 sobre Stan Wawrinka.
A sus 23 años, el ruso se convirtió en el jugador más joven en acceder a las semifinales del US Open desde que Novak Djokovic, con la misma edad, lo hizo en 2010.
Tras cantar victoria en el estadio Arthur Ashe, Medvedev admitió que temió por un momento durante el primer set que tendría que abandonar el partido debido a un tirón muscular.
Wawrinka, dueño de tres títulos de Grand Slam, en ningún momento creyó que Medvedev tiraría la toalla. El campeón del US Open de 2006 quiso pero no pudo. Se convirtió en otra víctima del estilo desesperante y heterodoxo del sagaz ruso, quien posee una variedad de recursos con los que puede plantear tácticas cambiantes.
Quinto preclasificado, Medvedev se alista para su primera semifinal en un grande, donde aguarda por el ganador del duelo entre la leyenda Roger Federer y Grigor Dimitrov, programado para la noche de este martes.
En sus dos partidos previos, Medvedev fue el foco de la atención por la manera sarcástica y desafiante en que encaró a la afición que le abucheaba, echándole en la cara que todo ese menosprecio le motivaba más para ganar. Acabó haciendo un gracioso baile moviendo los brazos.
La tarde de este martes, el villano del momento no quiso entrar en las provocaciones. Tras ser abucheado al ingresar a la pista, Medvedev se encontró con un trato menos hostil al final y fue magnánimo al describir su trato con el público de Nueva York.
Fue la victoria número 59 de Medvedev en la temporada, la mayor cantidad en el circuito. Alcanzó las finales en tres torneos sucesivos en la antesala al US Open, consagrándose campeón en el Masters de Cincinnati.
Amansó a Wawrinka, pese a cometer 12 dobles faltas y por momentos dar la impresión que el físico no le daba para resistir la batalla. (D)