El diario As describe que en el último partido de la selección española como local, el 4-0 frente a Luxemburgo en Logroño, Gerard Piqué recibió una “gran pitada (pifia)” de parte de la grada. “Los pitos se escuchan más fuerte que los aplausos”, reconoció el propio jugador, que también ha recibido el desprecio de la afición en el 2-0 ante Eslovaquia (05/09 en Oviedo) y en la caída del Barza 2 a 1 en campo del Sevilla (03/10). El defensa no puede sentirse en casa aun jugando en ella porque, al parecer, quiere formar una propia.
En medio de la que quizá es la ola separatista más grande que ha vivido Cataluña, Piqué no ha escondido su adhesión al sueño independentista de la región donde nació. Se tomó fotos en la Diada (el día oficial de Cataluña) y apoyó el 9-N, la consulta simbólica para averiguar cuántos catalanes quieren formar un propio país (un abrumador 81% dijo que sí). Incluso, llegó a encontrar justificación en las pifias al himno nacional que se oyeron en la final de la Copa del Rey (30/05) en el Camp Nou, entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao.
Ante tantos ataques, el ‘3’ azulgrana dio una conferencia para aclarar que su compromiso con la Roja es a muerte (“no voy a la selección por dinero ni por prestigio”) y para pedir que no confundan su declarado anti-madridismo (“lo de Kevin Roldán y lo de la Supercopa lo volvería hacer una y mil veces”) con una agitación a favor de la soberanía catalana. Pero Piqué minimiza el deporte donde tanto sobresale: el fútbol está muy ligado a la sociedad y a la cultura. Y por más que apele a la libertad de expresión, era de esperarse la desaprobación de los anti-separatistas. Sobre todo de los del Real Madrid, el club con más hinchas en España.
Gráfico que muestra la superioridad de hinchas del Madrid en España (Tomado de la web Jotdown)
Además de Piqué, otros referentes del deporte catalán se mostraron a favor del plebiscito y de la libertad de decisión de Cataluña: Xavi, Jordi Alba, Pau Gasol, su hermano Marc y, el más activo de todos, Josep Guardiola, quien integró la lista de Juntos por el Sí, partido independentista que ganó con amplia ventaja las elecciones al parlamento catalán (27/09). El resultado y lo del 9-N evidencian la voluntad de escisión de una nación que busca el estatus de país. No le basta la autonomía que le da un gobierno federal como el español ni quiere arreglar los problemas financieros del resto, pues Cataluña es, en época de crisis, la región más próspera económicamente: su PBI representa la quinta parte del de toda España.
En principio, a Cataluña le vendría muy bien la secesión. Económicamente es solvente, las decisiones políticas responderían a las demandas netamente locales, podrían relucir sus símbolos, cantar su himno, celebrar sus festividades y exaltar sus costumbres y tradiciones con plena libertad. Y todo en idioma catalán. En el fútbol, harían un equipo tremendamente competitivo. España sufriría un K.O. por donde se le vea.
Pero la Unión Europea ya fue clara: Cataluña no será aceptada ante una eventual escisión, lo que supondría un golpe a la economía de un país que no podría utilizar el Euro y que está obligado a tener contacto con el mundo, ya que el turismo es, con la industria, el sector que más ingresos le genera. Tampoco le sería fácil entablar acuerdos bilaterales de ningún corte con otros países porque España los impediría. Así afectaría este no-reconocimiento en términos tangibles, pero también habría un daño emocional muy fuerte: nada le duele más a una nación que busca legitimidad que ver que nadie se la reconozca. Y todo esto sin contar la resistencia que pondría la minoría catalana que sí quiere seguir siendo española.
Esta imagen la utilizaron los anti-separatistas: Pau Gasol con la camiseta de España y Gerard Piqué, con la de Cataluña, en actitud fraternal.
La decisión es más que complicada. Juntos por el Sí ganó las elecciones, pero no obtuvo la mayoría (47,74%) en un parlamento que no lo dejará maniobrar. Y de lograrlo, Cataluña y España se volverían una suerte de Kosovo y Serbia. Los kosovares se separaron en 2008 y aún no gozan de total legitimidad pese a las presiones. Pero si en Kosovo se habla serbio, históricamente fue una provincia de Yugoslavia, comparte su tradición y cultura y el mundo –sensibilizado por la guerra civil que ahí hubo– puede comprender su causa, por qué no ver con los mismos ojos a los catalanes, que tienen incluso más argumentos.
Esto y otras cosas más debe pensar Gerard Piqué mientras espera que en su próximo partido fuera de Barcelona, el 31 de octubre en la ciudad de Getafe (Madrid), contra el equipo del mismo nombre, los aplausos se oigan más que los silbidos.
Por Miguel Morales
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