Respetamos a las personas que no creen en la existencia del Supremo Señor. En tanto la suma es potenciada en admirar con pleitesía a Dios, quien nos acompaña en todos los instantes del diario vivir, desde nuestro nacimiento hasta el último suspiro, y en el más allá, en lo alto.
Metafóricamente ilustres y desconocidos personajes se elogian constantemente que han conseguido honores, goles y fortunas; unos con la “mano de Dios” y otros vanidosos, en expresar que sus sueños han sido ilustrados por el Supremo Señor.
¿Existen los milagros en el mundo que habitamos? Firmemente que sí y no hay objeción para quienes tienen en su alma impregnado el catolicismo, como en las diversas sectas religiosas que aceptan la existencia del Supremo Señor. Venerado con transcendencia.
¡Una nueva hazaña de Dios! Así lo consideramos –respetando opiniones diversas– que se ha dado un milagro y quizás tan impresionante por el poder inigualable que tiene la naturaleza al ser vencida totalmente en el rescate de los doce infantes que armonizaban un conjunto de fútbol con su entrenador en Tailandia, una nación con cerca de 70 millones de habitantes, que pertenece al continente asiático, y en donde cala el amor de la juventud por jugar el balompié.
Los jugadores y el profesor nunca se imaginaron que en su travesía iban a avizorar momentos trágicos, intransitables e insalvables, pero alguien, ¿quién es ese alguien? Es tan solo Dios que plasmó un milagro de salvación para todos los integrantes el equipo.
Hoy esa cueva queda para la filmación de una película estelar; hoy esos buzos/voluntarios y rescatistas tienen su nombre escrito en letra de oro en las páginas de los héroes a nivel ecuménico.
Esos 18 días jamás serán borrados de la memoria de los millones de seres que transitamos en el mundo. Esa ansiedad por parte del equipo está superada como las lluvias, inundaciones y los largos kilómetros que precisaron para escapar y vencer a la furia de la naturaleza. Es historia ya.
Anhelamos y aspiramos a que uno de los principales estadios de Tailandia se llame Jabalíes Salvajes, en homenaje al equipo y colores que defendían estos carasucias del esférico, y se erija un monumento a esos intrépidos que han valorado junto a su familia el milagro de Dios.
Hoy, el vivir de los niños y de su profesor es gracias a un milagro y de la mano de Dios. Amén... (O)