25/12/2024

"Siempre nos queda París", Ricardo Montoya

Viernes 08 de Junio del 2018

“Hay pronóstico de lluvia. Nadal no se perturba. Sabe que en París, durante el Roland Garros, el tiempo es su aliado”.

“Hay pronóstico de lluvia. Nadal no se perturba. Sabe que en París, durante el Roland Garros, el tiempo es su aliado”.

Algunas personas caminan bajo la lluvia. Otras simplemente se mojan. Hace dos semanas, en Roma, como un regalo mágico para Rafael Nadal, unas pesadas gotas de agua empezaron a caer del cielo, obligando a suspender por unas horas la final del Masters 1000 de la Ciudad Eterna. En ese momento un nuevo ‘Principito’ del tenis, Alexander Zverev, lucía impecable. Había quebrado el servicio del español en el tercer set y parecía encaminado a destronar a Rafa de sus dominios. Tras la para, como si el agua hubiese limpiado los a veces imperceptibles sedimentos de su juego, ‘La Fiera’ ibérica elevó su nivel y barrió al alemán para conquistar, por octava vez, el título en el Foro Romano. Ayer ocurrió una figura similar. Diego Sebastián Schwartzman, ‘El Peque’ argentino, aspiraba a convertirse en el primer hombre de metro 66 de altura en derrotar al número 1 en un torneo grande. Nada parecido había ocurrido desde que el peruano Jaime Yzaga en 1994 asombrara al mundo sometiendo a Pete Sampras en el US Open en Nueva York.

Agigantado y combativo, Diego, el diminuto rioplatense, desplegaba el mejor tenis de su vida sobre la arcilla parisina. Con justicia había vencido al balear en la primera manga (6-4) y ya en el segundo parcial dominaba con autoridad a un Nadal impertérrito y confuso. Entonces, como en Roma, empezó a llover. Y ya nada fue lo mismo. Tras la reanudación del juego los papeles se invirtieron, Rafa empezó a volar en su feudo, martillando inclemente las defensas de un Schwartzman que se diluía de a pocos ante el empuje del manacorí. Finalmente, tras un inicio oscuro, Nadal recuperó la memoria (6-3, 6-2, 6-2). Había ganado diez veces este torneo y era justo concertar una cita con Juan Martín del Potro –superó a Marin Cilic 7-6, 5-7, 6-3, 7-5– en semifinales.

Nadal: “El parón por lluvia me cambió la mentalidad”


Supersticioso como es, y más allá del grado de dificultad que le supone enfrentar a alguien de la enorme potencia del tandilense, Rafa sonríe porque recuerda que en setiembre pasado ganó su decimocuarta corona de Grand Slam venciendo, en su camino a la final, a Del Potro en esta misma instancia. El hombre de 1,96 m llegó a la Ciudad Luz entre algodones y estuvo a punto de abandonar el torneo en su primer partido contra Nicolas Mahut por problemas físicos en su abductor derecho. Hizo bien en no hacerlo porque hoy lo espera un desafío mayor: doblegar a Nadal sobre tierra batida. Una de las tareas más difíciles que puede presentar el tenis de hoy en día.
Por el otro lado del cuadro aparecen, primero, Dominic Thiem, el último hombre en imponerse a Rafa en polvo de ladrillo; y luego Marco Cecchinato, el inesperado semifinalista italiano que llegó a esta instancia dejando en el camino a Pablo Carreño, David Goffin y Novak Djokovic.

La historia de Cecchinato es increíble. En el 2016 fue acusado de amañar partidos y, por lo mismo, estuvo a punto de abandonar el deporte. Dos años después se encuentra a una victoria de jugar la final de Roland Garros. Inaudito.

Hay pronóstico de lluvia para los próximos días. Nadal no se perturba. Sabe que en París, durante el Roland Garros, el tiempo es su aliado. 

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