En una de sus varias sentencias clásicas Mauro Velásquez Villacís, profundo conocedor de la historia del balompié –asignatura de aprendizaje básico para poder opinar de fútbol con autoridad–, afirmaba que en Ecuador “nuestro periodismo deportivo se especializa en tirarle los cuaderno al piso a cualquiera”. Es decir, desacreditar la contratación de jugadores o técnicos sin conocer sus trayectorias, incluso antes de que arriben al país para consagrarse o fracasar en sus funciones.
Por ejemplo, de Marcelo Trobbiani se aseguró en 1990 que “llega acabado” a Barcelona. Con 35 años el volante argentino dejó un recuerdo imborrable en la clasificación a la final de la Copa Libertadores 1990. En 1991 vino Rubén Darío Insúa al cuadro canario y ya en su tercer partido se lo acusó: “Es muy frío, no tiene la garra que se necesita”. Pero el Poeta maravilló en esa campaña en que los toreros fueron monarcas.
Solo seis años más tarde, en 1997, Insúa -entonces con 36 años- debutaba como DT en Barcelona y en esa misma campaña lo llevó a la conquista de un nuevo título nacional y en 1998 condujo al equipo hasta la final de la Copa Libertadores, que perdió ante Vaco da Gama.
De Marcelo Morales se sacó una conclusión apresurada en 1992, cuando Emelec lo fichó: “No tiene cartel, era suplente en Independiente de Avellaneda”. Pero el Pepo deslumbró por su juego criterioso y su despliegue incansable. Fue doble campeón con azules y amarillos y con estos disputó una final copera.
En la lista de descartados con anticipación ya está el argentino Mariano Soso, quien aterrizará mañana para dirigir a los eléctricos. Aunque nadie en Ecuador sabía de él hasta el martes pasado, se ha vaticinado que no servirá. “No es líder”, “por su edad nadie lo respetará”, “lo devorará el camerino”, “no tiene experiencia”. El prejuicio nace por su edad: 37 años. Sin que se sepa qué ocurrirá con Soso en Emelec, la historia demuestra que la juventud no ha sido un problema para conducir en el país a clubes grandes, con numerosa hinchada, y tampoco para obtener títulos.
Con 29 años el recordado Héctor Talla Única Morales colgó los botines para reemplazar al argentino Roberto Resquín, quien no pudo hacer funcionar a El Nacional. El exvolante militar, de Emelec, Liga (Q) y Universidad Católica conquistó la primera de sus cuatro coronas en el Atahualpa el 4 de febrero de 1974 (por el torneo 1973), tras empatar a 3 con los camaratas. Y Morales sí pudo con un vestuario lleno de pesos pesados como Ítalo Estupiñán, Vinicio Ron, Fabián Paz y Miño, Carlos Torres Garcés y otros.
Con apenas 31 años Pablo Ansaldo fue el primer jugador campeón del certamen ecuatoriano que compartió esa función con la de entrenador. El mítico Gato, como arquero suplente y como orientador desde el banquillo, guio a Barcelona al máximo sitial en 1966.
Para Ernesto Guerra el galardón inicial, de los cuatro que ostenta como adiestrador, llegó cuando él tenía 34 años, en 1968, con Deportivo Quito. El guayaquileño Jorge Lazo fue más precoz. Asumió en Emelec a los 32 años, en 1970, y terminó subcampeón; y en 1972, con 34 años (y cuatro meses) se convirtió en el estratega más joven en la historia millonaria en adjudicarse el cetro nacional.
La directiva azul no reparó en la inexperiencia de Eduardo García cuando le encargó en julio de 1979 la máxima responsabilidad técnica y con 34 años (y nueve meses) el Ñato se quedó con un campeonato.
Nadie conocía al brasileño Roberto Abruzzesse cuando arribó al país para adueñarse, antes de los 40 años de edad, de tres trofeos con El Nacional (dos de forma seguida).
De Salvador Capitano solo se sabía que había sido asistente de Jorge Indio Solari (entre otros clubes, en el Tenerife de España) y que nunca había trabajado como entrenador principal, pero en su segunda campaña en el país se tituló con Emelec, a los 38 años, y luego con Barcelona, a los 40. (D)