Pocas veces el público coincide con la opinión del periodista. Y está mayoritariamente convencido de que el hombre de prensa tiene una visión interesada, no ecuánime o, de última, equivocada. Es el riesgo de subjetivar. La propuesta era armar una selección ideal de la Libertadores. Y hay once que creemos indiscutibles. También pensamos que, al acumularse 59 ediciones (con la presente) lo lógico es formar un once de todos los tiempos y otro a partir del nuevo milenio, pues, dado que ahora los futbolistas se van muy rápido a otros continentes, no tienen cómo competir con los del pasado. Si no, dentro de diez años volveríamos a intentar una selección de cracks y otra vez caeríamos en los mismos nombres. El presente es tan fugaz en Sudamérica que jamás desbancaría al pasado.
Es un juego atractivo. Miles la han jugado, cientos han destacado. Recordamos con bastante nitidez desde la final copera de 1965 entre Independiente y Peñarol. De allí en adelante, todo. La condición esencial que nos hemos autoimpuesto al escoger es que los integrantes de este once deben ser campeones. Sería ridículo que un zaguero sin títulos, por extraordinario que fuera (el caso de Elías Figueroa), desplazara a Pancho Sá, seis veces coronado. O Roberto Carlos, un lateral antológico, que disputó dos ediciones y señaló cuatro goles, pero no llegó ni a semifinales.
Lo mismo acontece con la gravitación de un futbolista en el título de un club. Difícilmente vuelva a darse una actuación como la de Juan Carlos Henao en el Once Caldas campeón del 2004. Henao jugó catorce partidos extraordinariamente bien. No hay duda posible: sin él, Caldas no levantaba la Copa. Claro, Henao pierde ante Éver Hugo Almeida por la sensacional trayectoria de este.
De antemano, duele marginar de este once hipotético a un genio como Falcao (subcampeón en 1980); a Carlos Caszely, luminaria excluyente de la edición 1973 con Colo Colo; al cimbreante Willington Ortiz, figura enorme con tres casacas diferentes (Millonarios, Deportivo Cali, América), a Teófilo Cubillas, a Cachito Ramírez, mas no dieron la vuelta olímpica. Y, como ellos, muchos grandes.
El puesto de arquero es justamente el más controvertido por la cantidad de sobresalientes. Elegimos a Éver Almeida por ser un notable golero, doble campeón (1979 y 1990), atajador y rematador de penales, decisivo en las conquistas de Olimpia y hombre récord de la competencia (16 años y 113 partidos). Sin dudas, Higuita, Henao, Chilavert, Rogerio Ceni, Zetti, Manga, Santoro, Armani le pisan los talones en calidad y rendimiento, sin embargo, el uruguayo-paraguayo es el indiscutible arquero de la historia. Éver Hugo parecía el perfecto antiatleta, pero fue un maravilloso evitador de goles (la misión esencial de un guardameta).
Dos brasileños se disputan el lateral derecho: Cafú y Nelinho. Elegimos al primero por ser bicampeón y por representar a un equipo histórico: el Sao Paulo de Telé Santana. Pero haber visto los bombazos teledirigidos de Nelinho es toda una fortuna. Pablo Forlán (Peñarol), Chiqui Arce (Gremio, Palmeiras), el Negro Ibarra (Boca Juniors) son otros referentes del puesto.
Hugo De León, triple ganador con Nacional y Gremio, caudillo con clase y estampa; y Francisco Sá, hexacampeón, gran intuitivo en la marca, es la dupla de zagueros. La zaga es, quizás, donde menos estrellas recuerda la Copa. El lateral izquierdo debería ser unánime: el uruguayo Ricardo Elbio Pavoni, sangre charrúa, fabuloso en el mano a mano, abonado al gol, capitán, impasable. El brasileño Junior, campeón con Flamengo en 1981, exquisito con la bola, es otra mención ineludible, pero el Chivo ocasiones en cinco veces la Copa. Más que eso: Pavoni ‘es’ la Libertadores. Incuestionable.
Todos los que jugaron o enfrentaron a Pedro Virgilio Rocha tienen un concepto unánime: fue un supercrack. Reunía técnica, potencia y gol. Coronado con Peñarol (1961 y 1966), ídolo en el Sao Paulo, es el ‘8’ ideal de la Copa. Y un caballero de las canchas. Además, marcó 36 goles.
Zito, esclarecido distribuidor de juego del Santos, es el centromedio titular. Jugaba o raspaba, según viniera la mano. Para Pelé, “un fenómeno”. Claudio Marangoni, exquisito volante de Independiente de Avellaneda en 1984, fue otro excepcional exponente del círculo central. Claudio lucía más, pero Zito era el comandante de la victoria, capitán y líder del legendario equipo que deslumbró al mundo. Y fue bicampeón.
Ricardo Bochini es ‘el’ 10, entre varios prodigios como Zico, Riquelme o Francescoli. Además de genio, Bochini los aventaja en números: cuatro coronas, siempre como figura esencial y con goles clave. Es hereje excluir a Riquelme (conductor cerebral y tricampeón con Boca), sin embargo, no alcanza la estatura de jugador del Bocha. Uno fue genio, el otro gran jugador.
Dos veces jugó la Libertadores, en ambas resultó campeón, en una goleador. Imparable, insuperable. Si aún no bastara con eso, digamos su nombre y termina todo: Pelé. Y tiene un récord que no se superará: marcó 16 goles en 15 partidos (1,07, el más alto promedio). El equipo de todos los tiempos arranca con un ecuatoriano y diez más. Es Alberto Spencer. El 9 de la marca irrepetible: 54 goles. Felino, cabeceador temible, goles que servían para ganar, no solo para la estadística. Y por si acaso, tricampeón (1960, 1961 y 1966). Palhinha, Fernando Morena, Artime, Raúl Vicente Amarilla, Hernán Crespo hicieron muchos goles vitales. Pero ni se acercan a Cabeza Mágica.
La punta izquierda la retiró del mercado Juan Ramón Verón el día que dejó el fútbol. La Bruja, tricampeón con Estudiantes (1968, 1969 y 1970), era completo: hacía los goles, enloquecía al público, daba brillo a un equipo mañero y áspero. Un inmortal. Que quede claro: son los que más méritos hicieron en la Libertadores. No cuentan títulos mundiales ni otras hierbas. Repasamos: Almeida; Cafú, De León, Sá y Pavoni; Rocha, Zito, Pelé y Bochini; Spencer y Verón. Treinta y tres títulos en solo once jugadores. Cuatro uruguayos, tres brasileños, tres argentinos, un ecuatoriano. Cuadrazo del revés y del derecho.
Si debiéramos formar un equipo solo del nuevo siglo sería con Rogerio Ceni (São Paulo); Ibarra (Boca), Jorge Bermúdez (Boca), Indio (Internacional), Álex Sandro (Santos); Paulinho (Corinthians), Sebastián Verón (Estudiantes), Riquelme (Boca); Neymar (Santos), Cabañas (América de México) y Palermo (Boca). Única excepción de jugador no campeón es el paraguayo Salvador Cabañas, quien jugó sensacionalmente dos copas y marcó 18 goles, siendo artillero en ambas.
Pero esta ‘selección’ no podría hacerle frente a la otra. No tiene cómo. Carece de aquel brillo y pierde por fugacidad. En esto, al menos, el tiempo pasado es superior. (O)
El equipo de todos los tiempos arranca con un ecuatoriano y diez más. Es Alberto Spencer. El 9 de la marca irrepetible: 54 goles. Felino, cabeceador temible, goles que servían para ganar.