Por dentro, y a fuego lento, se cocina un buen equipo.
“Érase un hombre a una nariz pegado” decían de Cyrano y lo mismo podría afirmase ahora, de Mario Salas, el director técnico de la nave celeste. Como el personaje de Edmond Rostand, el estratega mapuche posee una nariz prominente y es, también, un idealista romántico. Pero, a diferencia del tímido poeta de Bergerac, el entrenador rimense sí se atreve, y toma riesgos.
Apenas terminado el partido en Lanús, el mohín por el resultado tornó en el rostro de una nueva esperanza. Cristal perdió en Argentina respetando un estilo. El infantil gol del recién ingresado Di Renzo, aunque estira diferencias, no distorsiona en nada la buena imagen que dejaron los bajopontinos en la segunda mitad. Nada de equipo chiquito y conservador. Los celestes salieron a jugarse la vida en campo contrario ante el vicecampeón de América. Terminaron sucumbiendo porque su atrevida vocación ofensiva todavía no se asocia eficazmente con los recaudos en defensa que debe tener toda escuadra consistente. Igual, la intención de atacar siempre existe y eso es loable. Para el ruedo interno pareciera que sobra, pero para la lidia internacional todavía falta un trecho.
Otro detalle positivo es que Cristal no entró en la vieja costumbre peruana del desmoronamiento emocional, cuando corrían los minutos y las cosas se ponían feas. Contra un 3-1 abajo, y con un penal mal cobrado por el juez, los celestes reaccionaron con pundonor y replanteo táctico tratando de emparejar el trámite. No se pudo en el score, pero sí en el juego. Por algo deben empezar los equipos peruanos para escribir historias nuevas. Buen partido de Emmanuel Herrera, de Gabriel Costa y del renacido Josepmir Ballón, tres que destacaron también contra Alianza en Matute.
Pero no todas son flores debajo del puente. El buen criterio para elegir su comando técnico y su notable trabajo en menores se contrapone con la abundancia de jugadores foráneos en el plantel. Con seis futbolistas que no nacieron en el Perú, Cristal enfrentó a Lanús. No es chauvinismo ni xenofobia, pero si una de las instituciones futbolísticas más serias del país se llena de nacionalizados y extranjeros, qué podemos esperar de las demás. Es cierto que la medida es lícita, pero ¿no sería mejor que apuesten por sus canteras y de esta forma sigan nutriendo de jugadores seleccionables a la Blanquirroja? En ese sentido, el trabajo de la San Martín parece un modelo que los demás clubes deberían animarse a replicar.
Faltan dos semanas para el 7 de marzo y revertir los dos goles en contra frente a Lanús, aunque difícil, no parece una quimera. Mario Salas, un hombre apasionado, confía en que para esa fecha ese equipo que, por dentro y a fuego lento, se está cocinando en el Rímac alcance su mejor punto.