Once años después de ser reclutado por la Federación Mexicana de Fútbol, Decio de María ya ostenta el trono de máximo jerarca del balompié en el país. Hombre de rostro adusto, forjado en el servicio público, que tomará el timón de un barco azotado por una tormenta (el escándalo Herrera-Martinoli) y tendrá como asignación guiarlo, sano, salvo y remozado, al siguiente puerto: Rusia.
De María nació el 31 de agosto de 1955. Licenciado y Maestro en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Inició su carrera lejos del fútbol, como subgerente de Información Financiera en Banxico, entre 1986 y 1988. Luego pasó a la Subsecretaría de Promoción a la Industria y Comercio Exterior en la SECOFI (hoy Secretaría de Economía). En 2002, tomó posesión de la Secretaría General de la Organización de Telecomunicaciones Iberoamericanas (OTI). También se desempeñó como consultor financiero independiente.
Fue en 2004 cuando De María recaló en la Federación Mexicana de Fútbol, como Secretario General y Director de la Primera División, cargo que ocupó hasta 2012, cuando fue investido como presidente la “nueva” LigaMX.
Considerado “la mano derecha” del hasta ayer presidente Justino Compeán, su gestión ha sido marcada por un notable superávit en las arcas de la Federación (en 2012, Compeán aseguró que las Selecciones Nacionales producían alrededor de 250 millones de dólares de ganancia) y algunos episodios polémicos, como el que protagonizó en la final de la Copa Oro 2009, cuando en pleno festejo por la victoria mexicana ante Estados Unidos, urdió una seña obscena a varios aficionados estadounidenses que le estaban increpando. El altercado le hizo acreedor a una multa de 164,400 pesos por parte de la FMF.
Ahora, tras los nueve años bajo el mandato de Justino Compeán, la Federación se entrega a Decio De María, quien encarará su primera gran decisión en unos días, cuando tenga que anunciar al nuevo entrenador de la Selección Mexicana. Y, además, otorgar credibilidad a una entidad tan sana económicamente como cuestionada por su desempeño deportivo tras los magros resultados cosechados por sus representativos en los últimos meses.