A él. Que no jugó pero hizo el 1-0. Que fue el goleador arriba de 5 tantos por campaña que requería Perú para al fin pelear una clasificación. Que nos salvó ante Venezuela allá, ante Argentina acá y frente a Colombia con aquel tiro libre memorable. A él, que se comió las malas de otros procesos y esta vez lideró la buena. A él, Paolo, que junto a Gallese, Rodríguez y Cueva formó la columna vertebral de un equipo que, de a pocos, fue creciendo y aprovechando sus chances. Cuando Jefferson Farfán, su amigo de la generación 84, levantó su camiseta '9' y lo evocó en el festejo, no solo celebraba una meta personal después de más de una década de esfuerzo en su caso: también hacía estricta justicia con el jugador-franquicia del equipo.
A ellos. Que pueden ser tus hijos o los de Christian Ramos. Niños que se ilusionan con el Hombre Araña y juegan a que su padre tienen tantos superpoderes como él. Una generación de peruanos que merecía extender su lista de héroes a apellidos más contemporáneos que Chumpitaz o Chale. A una promoción de hinchas venideros que quizá no tendrán que rogarle a Lapadula que sea peruano porque confiarán en los goles de Ruidíaz o Flores. A un futuro capaz de tutearse seguido con el triunfo y no siempre tratarlo de usted. Cuando Ramos, el más humano de los héroes probables, simuló ser el Hombre Araña para su hijo, no solo celebraba el 2-0: también remarcaba que ganar en fútbol no tiene por qué ser potestad de los otros.
El 2-0 premió una campaña que en el último año fue casi perfecta. 8 jugados, 4 ganados. Ninguna derrota. Los puntos del TAS llegaron de milagro, pero la regularidad posterior sí fue producto de un trabajo muy meritorio del comando técnico. Se halló un crack por linea y se formó, alrededor de ese cuarteto, un plantel fiable, en el que salía uno y entraba otro y no se sentía mayormente. En se sentido, el Perú de Gareca tuvo de base a la promoción 84 (Paolo, Rodríguez), mezclada con la 90/91 (Gallese, Cueva), pasando por algunos agregados aún más jóvenes como el oportuno Cartagena o el sorpresivo Araujo. Cuidado, no nos clasificaron un 100% de nuevos peruanos llamados de última por el técnico. Nos clasificaron muchos de los que en otros procesos llamamos 'malos' y 'sin compromiso'. Nos clasificaron, en no pocos casos, jugadores que el técnico anterior citó como apuesta y hoy, ya más maduros, asumieron perfecto su rol de futbolistas estelares como Advincula o Yotún.
Tomémoslo en cuenta a la hora de criticar y pontificar. No hay un Dream Team, pero hay un Perú que sueña. El envión de los últimos 12 meses permitió meternos quintos y clasificar raspadito. Lo que venga de acá en más habrá que lucharlo y sufrirlo. Quien diga que este plantel está vacunado contra la derrota solo vende humo. Hay que pelear y jugar al límite. Siempre.