Salvo algunas excepciones incuestionables, siempre he creído que la renovación de un proceso depende de los objetivos alcanzados; las sumas y restas se hacen al final. Y a dos fechas para el término de las Eliminatorias sudamericanas, el trabajo de Ricardo Gareca al frente de la selección todavía está inconcluso, debería seguir en evaluación.
Su continuidad tendría que depender de los resultados que obtenga en este inesperado final del camino a Rusia 2018 ante Argentina y Colombia. Lo creí así después de la Copa Centenario, cuando una gran mayoría pedía la permanencia anticipada del técnico argentino por otro proceso mundialista. Me parecía prematuro aventurarse, pese al buen periplo por Estados Unidos. De nada servía que los progresos futbolísticos no se vieran reflejados en resultados, que son los que finalmente sostienen los proyectos. Los dos factores van de la mano, son las dos mitades de un todo.
Sin embargo, hoy debo admitir que Gareca me ha convencido del todo, ha superado mis expectativas. Ha cumplido largamente con una de las mitades del proceso. Se ha ganado el derecho de ser hoy la primera y única opción para el proceso Qatar 2022. El objetivo netamente resultadista de obtener el tan postergado boleto mundialista, me parece, ya no es tan determinante. El trabajo que ha edificado en la Videna es lo suficientemente perceptible para considerarlo bastante bueno.
Gareca delineó un equipo alrededor de un colectivo fuerte, no armó un once sobre la base de cuatro ‘Fantásticos’. Formó un grupo homogéneo que siempre supo cuáles eran las prioridades dentro y fuera de la cancha: la selección. Con las reglas claras apostó por los que se alinearon a sus conceptos y reglas, formó un conjunto capaz de hacerle frente a cualquiera desde la fortaleza mental. Y fue creando mecanismos que identificaron un estilo que ya podemos apreciar. Puede que este Perú esté lejos todavía de nuestras mejores versiones, pero estamos seguros de que hoy nuestras ilusiones se justifican en la cancha y no sencillamente se sostienen en las matemáticas.
También habría que ser justos en dedicarle unas líneas a la federación. El proceso del ‘Tigre’ es una consecuencia de una cadena de aciertos que no empieza con su elección. El ojo de Juan Carlos Oblitas no falló. Así como tampoco se equivocó Edwin Oviedo al elegir a su gerente deportivo. Ya no más presidentes que decidieran el futuro futbolístico de la selección sin saber que el balón es redondo. La Videna se fue profesionalizando. Especialistas para cada uno de los cargos para potenciar una empresa desacreditada.
El proceso de Gareca debe darle ese aire para continuar con una reestructuración profunda que difícilmente vea la luz con prontitud. Lo que el fútbol peruano dejó de hacer por mucho tiempo no se puede resolver con una clasificación al Mundial. Eso es solo el inicio.
Aunque no es momento de armar hoy un debate con la renovación de Gareca, me parece justo darle todos los créditos que merece antes de la última fecha doble en el que nuestro ánimo dependerá de los resultados. Mejores ofertas seguramente va a tener. Convencerlo será el otro partido que deberá jugar la FPF después de las Eliminatorias.