Por ADRIAN D’AMELIO
Lo que se observó en el partido frente a Grigor Dimitrov es un fiel reflejo de lo que está sucediendo con Juan Martín Del Potro en este último tramo de la temporada del circuito profesional, donde por delante le queda por jugar el US Open, en Nueva York.
La derrota del tandilense por los octavos de final del Masters 1000 de Cincinnati (6-3 y 7-5, la primera que sufre ante el búlgaro en el circuito sobre seis enfrentamiento) no es sorpresa.
Del Potro está lejos de su mejor nivel. Algo que viene demostrando desde Washington, donde cayó en octavos de final contra el japonés Kei Nishikori. Luego le pasó en Montreal con el ascendente canadiense, Denis Shapovalov.
Está bien, puede perder, nadie es infalible; pero Del Potro pierde con la sensación de no dejar todo en la cancha, que se quedó sin energías, sin encontrar una motivación. Parece estar vacío tanto en su juego y en su predisposición a la hora de entrar a una cancha de tenis.
A veces, el argentino es cruel a la hora de expresarse y sobre todo en las redes sociales. Todo los cañones le “apuntan” a Jimena Barón por el “bajo” rendimiento de Del Potro por “diferentes razones”. Como es sabido la actriz y cantante es la actual novia de Delpo y lo está acompañando en esta última etapa del circuito.
Jimena Barón no es la “culpable” como se la quiere estigmatizar. Del Potro hace rato que está en “baja”. En el 2017 nunca pudo alcanzar el nivel del año anterior. En esta temporada disputó 29 partidos (ganó 18 y perdió 11); mientras que contra los “Top 10” sobre ocho enfrentamientos superó solamente a Nishikori, en Roma.
Del Potro necesita de manera imperiosa, un entrenador (desde su “ruptura” con Franco Davin en 2015, no ha tenido ninguno estable), un preparador físico, un equipo de trabajo que lo acompañe en el circuito. También necesita “recetearse” en todos los aspectos, sino se volver a ver a un jugador como terminó el partido contra Dimitrov.