Se cumple un nuevo aniversario del Superclásico histórico que, además del color del balón, tuvo otros condimentos especiales que en River no olvidan.
Aunque no se tratara de una final o un partido decisivo, sin dudas fue uno de los Superclásicos que no se borrará jamás de la memoria de los hinchas de River. Se jugó hace exactamente 31 años, el 6 de abril de 1986, en La Bombonera, adonde el equipo de Núñez llegaba tras haberse consagrado campeón cinco fechas antes de la finalización del Campeonato.
Desde la llegada hasta la tumultosa salida del estadio de Boca, el gran protagonista de la jornada fue Norberto Alonso. El día previo, el Beto se reunió con los referentes del equipo y les pidió que, pese al pedido del presidente Hugo Santilli, quien había recibido un telegrama del Gobierno -de Raúl Alfonsín- exigiendo que no den la vuelta olímpica, el Millonario festeje el título en la cancha del eterno rival. Y así fue: antes del arranque del encuentro, hubo vuelta en la mismísima Bombonera.
"Me iban a a sacar con los pies para adelante, pero la vuelta olímpica la daba", aseguró Alonso varios años después, y contó detalles sobre ese momento único: "Me tiraron un candado... Entramos a la cancha, los alcanzapelotas eran de las barrabrava. Me peleé con varios de ellos, nos insultábamos. A ese equipo no lo asustaba nada. Dimos la vuelta olímpica. Después se jugó el partido y no hubo ningún problema".
Pero eso no sería todo aquel domingo, claro. Ese Boca-River tuvo la particularidad de que, a pedido del arquero del local, Hugo Gatti, se jugó con una pelota color naranja para poder verla entre tantos papelitos blancos que caerían en la cancha. Nadie imaginaba que ese detalle marcaría a fuego la historia de amor entre el Beto y los hinchas del Millonario.
Cuando se cumplía media hora de la etapa inicial, el golpe inolvidable: un centro desde la derecha de Roque Alfaro encontró la cabeza de Alonso, que la cruzó con maestría ante la salida de Gatti. El festejo eufórico, con besos a la camiseta y mirada desafiante hacia las tribunas xeneizes, es casi tan recordado por los hinchas como el gol.
En el complemento, que se jugó con una tradicional pelota blanca y negra, nuevamente el 10 apareció para liquidar el partido con un tiro libre que, tras desviarse en la barrera, descolocó a Gatti. "Nos tuvimos que quedar un rato largo en el vestuario y después brindamos en la concentración del club", recordó la figura del partido.
Un tiempo después, aquel 6 de abril pasaría a la historia grande riverplatense no sólo por la vuelta olímpica en la cancha de Boca y la pelota naranja, sino también por tratarse del último Superclásico que jugó el Beto Alonso, que unos meses después le pondría punto final a su carrera.